martes, 8 de enero de 2013

La invasión musulmana y el inicio de la Reconquista


   De la invasión a la creación del reino de León

De todos es conocida la invasión árabe del Califato Omeya en julio del año 711, que supuso la derrota del rey visigodo D. Rodrigo en la batalla de Guadalete.

A esa victoria Omeya, siguió una etapa de expansión y sometimiento de los diferentes pueblos y ciudades de la península hasta llegar a Asturias, donde vieron frenadas sus pretensiones de conquista gracias a que D. Pelayo logró derrotarlos en Covadonga el año 722.

Desde ese momento la resistencia cristiana fue ganando terreno y estableciendo un nuevo reino en Asturias que posteriormente se extendió a Galicia y poco a poco fue aumentando los territorios liberados de la dominación islámica.

Es en ese periodo cuando aparece el que se suponía era el sepulcro de Santiago y los reyes asturianos (astur-galaicos), que controlaban ese territorio, enseguida se percataron del rédito político que tal acontecimiento podría reportarles. Alfonso II (791-842) ordenó construir una pequeña iglesia encima de sepulcro que se suponía contenía los restos del apóstol. Ya tenían un estandarte para la lucha contra el islam y así seguir avanzando en la reconquista de los territorios ocupados.

Después de la incorporación de la ciudad de León  al reino de Asturias (856), gracias a Ordoño I, León se convirtió en un punto estratégico. Su hijo Alfonso III el Magno consiguió extender los dominios cristianos hasta el norte del Duero y fue él quien encargo a su hijo D. García la fundación de Toro. A la muerte de Alfonso III, se produjo la división del reino Astur-Galaico entre sus hijos y surgieron los reinos independientes de Galicia (Ordoño II), de Asturias (Fruela II) y de León, que tuvo a  D. García I, el repoblador de Toro, como primer rey.

A la muerte de D. García, en 914,  Ordoño II se trasladó a León donde fue aclamado rey, lo que supuso que Galicia y León compartieran el mismo monarca. Posteriormente, su hermano Fruela II reconocería la primacía del reino leonés y por tanto se restableció la situación anterior a la muerte de Alfonso III, reunificando los tres reinos en uno. 

           La repoblación de Toro por D. García

La historia nos dejó documentado, merced a  Sampiro, el cronista del reino,  que el rey astur-galaico Alfonso III encargó a su hijo D. García la repoblación de la línea norte del Duero y el reforzamiento de las defensas de las ciudades ya existentes (p.e. Zamora y Tordesillas).

Es en ese momento, finales del siglo IX, cuando D. García realiza la potenciación del enclave para constituir una verdadera ciudad. La proximidad del río Duero, muralla de agua que protegía el flanco sur de donde procedía el peligro, y lo escarpado del terreno para acceder a la llanura que había en la parte alta del teso o altozano sobre el Duero, unos 100 metros más arriba, fueron determinantes para decidir constituir este nuevo punto de defensa contra el poderío árabe. Además, contaba con la ventaja de tener justo abajo un puente romano que permitía cruzar el río y de esa forma facilitaba la movilidad hacia el sur y avanzar en la reconquista.

Altitud y agua fueron determinantes para la ubicación de aquel asentamiento de carácter defensivo. Esas defensas naturales habrían de ser  reforzadas y para ello se construyó una primera fortaleza, castillo o alcázar que ha llegado hasta nuestros días. El protagonismo que sin duda ha tenido a lo largo de los siglos, siendo escenario de notables hechos ocurridos entre sus muros, será expuesto en los próximos capítulos. La solidez de aquella primera construcción y las reformas y reforzamientos que se produjeron en distintos momentos de la historia, nos permiten poder disfrutar hoy de este monumento (aún conserva siete de las ocho torres que formaban su contorno),  y evocar esos acontecimientos históricos que sucedieron hace ya tantos años, mejor dicho, siglos. Si las piedras hablaran seguro que nos contarían muchos más secretos… pero como eso no es posible, tendremos que conformarnos con los datos que nos han proporcionados los cronistas e historiadores.

Alcázar de Toro (origines del siglo X)

La fortaleza se levantó en un enclave estratégico en la zona sureste del primer recinto amurallado, construido por mudéjares, que partía del puente de piedra. Ese alcázar constituía una atalaya perfecta para vigilar cuanto acontecía al otro lado del río Duero, el sur-este que aún no había sido consolidado para la causa cristiana. En aquellos tiempos la zona al sur del Duero era un terreno intermedio sin un dominio claro de uno u otro bando. Hasta la conquista de Toledo por Fernando III el Santo  (1085), los ejércitos árabes del Emirato de Córdoba constituían un continuo peligro para los territorios ya reconquistados y en esa época Toro era un lugar estratégico de primer orden, un núcleo castrense ubicado en primera línea.

Acorde con la función que habría de realizar la población y su alcázar, se construyó una muralla que supuso el primer muro, el más interior. Según nos dicen los cronistas, se hizo de cal y canto y probablemente la ejecutaron los mozárabes.

Empezaba por el puente sobre el Duero y trepaba por los tesos hasta llegar al alcázar, donde existía una puerta (San Román), continuaba hacia el norte hasta el cruce de las cuatro calles de San Julián (puerta de Morales), seguía en curva con giro a poniente hasta el lugar donde hoy está el Arco del Reloj (puerta del Mercado), un tramo más adelante estaba la puerta del Postigo (foto), para seguir hacia occidente llegando a la plazuela de San Pedro (puerta de Pozoantiguo) y más adelante estaba la puerta de las Adalias (llevaba a un caserío a orillas del arroyo Adalia en las inmediaciones de la dehesa de San Andrés o Villachica); después seguía por las crestas del barranco de la Magdalena, desde donde des-cendía de nuevo hasta el puente, cerrando el contorno fortificado. El recinto tenía forma de bota de vino.

Para la repoblación de Toro, D. García consiguió atraer a gentes de diferentes lugares, mayoritariamente del norte de la península:
  • Asturianos de los montes Hervasios (ubicados entre León y Oviedo), que se asentaron junto a la  iglesia de Arbas construida por ellos en aquella época.
  • Vascos, que erigieron la iglesia de San Juan de los Gascos/Vascos (zona del actual mercado de abastos).
  • Navarros, que se asentaron al sur y construyeron la iglesia de Santa María de Roncesvalles (actualmente es una de las capillas de la iglesia de Santa Catalina).
  • Y también aragoneses y mozárabes de Al-Andalus.
Cuando se constituyó  el reino de León, el río Duero era la frontera entre cristianos y musulmanes y de ahí la importancia que adquirió Toro en los siguientes siglos. Pronto consiguió privilegios de los reyes de León. Alfonso VII el Emperador le concedió la categoría de “Villa”, Alfonso IX le concedió nuevos fueros el 4 de mayo de 1222, Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio y Sancho IV el Bravo le concedieron privilegios y Juan II (el padre de Isabel la Católica) le concedió el título de “Ciudad”, probablemente por haber nacido allí, en el convento de Santo Domingo.

Alguno de estos privilegios sigue hoy presentes y nos permiten conocer la preponderancia que tuvo la “Villa/Ciudad” de Toro sobre otras poblaciones. En la escalera de la Casa Consistorial se puede leer el lema que otorgó a Toro Fernando III el Santo en el año de su coronación como rey de León (1230): “Civitas taurensis superior en regio legionis”, lo que significó en su momento que Toro iba a la cabeza de los otros concejos de la zona, eran los toresanos los que iban en primera línea de batalla y quienes tenían asignada la responsabilidad de dar la señal al resto.

Todo esto ocurrió a lo largo de más de cinco siglos y para conocer mejor lo que fue pasando tanto en Toro como en el resto de la Península conviene bajar al detalle.


1 comentario:

  1. Buenos días..
    Muy interesante.. me gusta lo que escribes.. es muy enriquecedor culturalmente..
    Con tu permiso lo comparto en mi perfil de Google+..

    Desde Valencia, recibe mi más cordial saludo..
    Te deseo un buen y agradable fin de semana..

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