martes, 8 de enero de 2013

Castilla: De los Borgoña a los Trastámara

En este capítulo explicaremos lo que ocurrió durante los siglos XIII a XV, en los que Toro fue un lugar donde ocurrieron muchas cosas durante ese tiempo. Estará subdividido en varios subcapítulos:
                
De Fernando III el Santo a Alfonso X el Sabio

Fernando III, el hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla, había recibido la corona de Castilla por cesión de su madre en 1217 y la de León gracias a un  acuerdo con sus hermanas en 1230, aunque en este último caso hubo de imponer por la fuerza dicho acuerdo a una parte de los nobles leoneses que no lo aceptaban. Rigió los destinos de Castilla y León hasta su muerte en 1252 y la historia le otorgó un papel crucial en la Reconquista. Fernando  III de Castilla y León después de su muerte pasaría a la historia como “el Santo” gracias a que el papa Clemente X  lo canonizó en 1671 por su gran avance en la recuperación de los territorios cristianos, al haber recuperado gran parte de Andalucía, Murcia y ciudades tan importantes como Córdoba, Jaén, Murcia y finalmente Sevilla en 1258.

Como suele ocurrir en la mayoría de los casos, detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer y en este caso su gran mujer fue la reina Beatriz Isabel de Suabia, hija de Felipe, Duque de Suabia y nieta por parte de madre del Emperador de Constantinopla Isaac II Ángelo.  Muerto su padre, esta princesa germana estaba bajo la tutela de Federico II Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico cuando se propuso su boda con Fernando de Castilla, siendo el mismísimo Federico II quien autorizó la boda en noviembre de 1219. El enlace se produjo el 30 de noviembre de 1219 en la primera catedral de Burgos, la construida en el siglo XI, reinando Alfonso VI. Durante los quince años que estuvieron casados le dio diez hijos, que tuvieron un gran protagonismo durante las siguientes décadas: el primogénito,  Alfonso X el Sabio, nacido en 1221, sería rey de Castilla y León, Fernando que participó en la conquista de Sevilla junto a su padre,  Enrique (el Senador) fue Senador en Roma y posteriormente tutor de Fernando IV (sobrino-nieto), Felipe fue arzobispo de Sevilla, Sancho primero fue arzobispo de Toledo y después de Sevilla y  Manuel de Castilla y Suabia, que, además de ser el padre del Infante Juan Manuel (autor del Conde Lucanor), fue un poderoso de la época, Señor de Villena, Peñafiel, Elche y de otras muchas ciudades. Enrique y Manuel volverán a aparecer en los próximos capítulos, ya que participaron activamente en la vida política durante los siguientes reinados.

Quiso el destino que la reina Beatriz, muy querida por el pueblo, falleciera en Toro en 1235, unos días después que  su hija menor María, nacida ese mismo año. El rey Fernando III recibió la noticia de la muerte de su esposa mientras estaba en Andalucía preparando la conquista de Córdoba y para él supuso una gran perdida. La reina Beatriz fue enterrada en el monasterio de Huelgas de Burgos y posteriormente, en 1279, su hijo Alfonso X el Sabio traslado sus restos a la Capilla Real de la Catedral de Sevilla para que reposara junto con Fernando III que conquistó esa ciudad, murió allí y también allí fue enterrado.

Una vez pacificados los nobles leoneses y asentado en su reino, Fernando III se procuró la ayuda de Sancho II de Portugal y Jaime II de Aragón para proseguir con la Reconquista. En 1232 un enorme ejército confluyó en Toledo y de allí partieron hacia el sur, conquistando primero Baeza y después varias ciudades de menor orden del valle del Guadalquivir para, finalmente, entrar victorioso en Córdoba en 1236.

Después de conquistar Córdoba volvió a Castilla y contrajo un nuevo matrimonio, con Juana de Ponthieu, bisnieta de Luis VII de Francia, con la que tuvo otros tres hijos.

En 1243 encargó a su primogénito Alfonso la conquista de Murcia, que se sometió a vasallaje sin oponer resistencia. A lo largo de 1244 se conquistaron otras ciudades de la región y en agosto de 1245 Fernando se lanzó a la conquista de Jaén, que opuso una fuerte resistencia y no pudo ser conquistada hasta varios meses después, en abril de 1246.

A partir de ese momento el objetivo fue Sevilla, que se rindió a las tropas de Fernando III el 23 de noviembre de 1258, en una conquista que duro quince meses y en la que Fernando III demostró sus dotes de estratega, ya que la victoria fue propiciada por la acometida de una escuadra naval  que, partiendo de Cantabria a las ordenes de Ramón de Bonifaz, remontó el Guadalquivir y rompió las cadenas que protegían los accesos a la ciudad a través del cauce del río, completando el cerco, interrumpiendo los suministros de la ciudad sitiada y propiciando la rendición. En el camino se quedó su hijo Fernando que, según la mayoría de los historiadores, falleció en 1948 durante el sitio de Sevilla. Su primogénito, Alfonso, también colaboró con su padre en el sitio y la conquista de Sevilla.

Sevilla fue para Fernando III el último refugio, ya que allí traslado su corte y en esa ciudad falleció en mayo de 1252. Le sucedió su hijo Alfonso, a quien la historia le otorgó el sobrenombre de “el Sabio”.


Alfonso X de Castilla y León, que reinó entre 1252 y 1284, continuó la ofensiva contra los musulmanes conquistando Jerez (1253) y Cádiz. Durante su reinado tuvo que hacer frente a revueltas de mudéjares en la región de Murcia y el valle del Guadalquivir.

Alfonso X el Sabio también tuvo a su lado a otra gran mujer, Violante de Aragón y Hungría, hija del rey de Aragón Jaime I el Conquistador, que le dio once hijos, cinco de ellos varones.

Por su ascendencia germana, al ser hijo de Beatriz de Suabia, aspiró durante buena parte de su reinado al trono del Sacro Imperio Romano Germánico, pero no tuvo éxito alguno en esa pretensión.

Los últimos años de su reinado fueron sombríos, ya que en 1275 falleció su primogénito Fernando, en quien Alfonso X se había apoyado durante años tanto para combatir a los musulmanes como  para regir los destinos de Castilla, habiendo llegado a  delegar la corona (Cortes de Burgos de 1274), ejerciendo Fernando como regente del reino o mayoral en su ausencia, cuando el rey se desplazó a Europa para intentar su nombramiento como Emperador.

Fernando se ocupó de resolver los conflictos que surgieron en ausencia de su padre y en 1275 se disponía a combatir a los benimerines en el sur de la península cuando, el 25 de julio, a los veinte años, le sobrevino la muerte de forma repentina, estando en Villa Real (Ciudad Real). Fernando que se había casado en 1269, a los catorce años, con Blanca de Francia, hija de Luis IX, que tenía tres años más que él, dejó un hijo fruto de ese matrimonio, el infante Alfonso de la Cerda, nacido en 1270.

Al regreso de Alfonso X, surgió un grave problema de sucesión ya que Alfonso X se decantó por que prevalecieran los derechos de su primogénito y por tanto de su descendencia (el infante Alfonso de la Cerda), lo que motivó el enfrentamiento con su hijo Sancho, que reclamaba el derecho a sucederle, y el  descontento de los nobles, las ciudades  y el pueblo.

Durante esos años convulsos, ordenó ejecutar a su hermano Fabrique en 1277, lo que provocó un aumento del descontento contra él, lo que finalmente le costó la vida, durante el transcurso de una revuelta en Sevilla. En su testamento había desheredado a su hijo Sancho y legado los reinos de Badajoz y Sevilla a su hijo Juan, conocido como Juan de Castilla “el de Tarifa” y el resto del reino de Castilla a su nieto Alfonso de Cerda.

A pesar de todas esas vicisitudes, ocurridas en su reinado, la historia le ha otorgado el reconocimiento por sus importantes aportaciones en relación con las reformas que emprendió para la mejora de la economía y la hacienda y por sus actividades culturales. El legado literario, científico, histórico y jurídico, actividades que patrocinó durante su reinado, es inigualable. Suya fue también la creación de la Escuela de Traductores de Toledo en la que trabajaron intelectuales latinos, hebreos e islámicos que aportaron a Castilla un caudal inagotable de conocimiento y un ejemplo de tolerancia y de convivencia entre las diferentes culturas. A él le debemos también las primeras Universidades, ya que, en 1254, elevó al rango de Universidad los Estudios Generales de Salamanca, que habían sido creados por Alfonso IX y apoyados por Fernando III, lo que supuso que Salamanca se convirtiera en la primera Universidad de Europa. En el año 1263 también elevó al rango de Universidad al Studium Generale (Centro de Estudios de Teología y Artes) de Palencia. También creo un nuevo Studium Generale en Sevilla.

Su obra jurídica, científica y literaria,  no dejó de sorprender a lo largo de los siglos y de obtener reconocimientos, como ocurrió en 1935, cuando en homenaje a su importante aportación a la astrología, se le puso su nombre a un cráter lunar “Alphonsus”. Entre las obras más prestigiosas que nos legó el rey Sabio y sus colaboradores citaremos las siguientes:
·    Las Siete Partidas, un código jurídico de carácter universal para ser aplicado en el reino de Castilla.
·  El Fuero Real de Castilla, donde recogió las normas para la gobernación de los concejos castellanos.
·  Estoria de España (primera parte).
·  Grande e General Estoria.
·  Libro del saber de la astrología.
· Las Cantigas de Santa María, escritas en galaico-portugués, contienen un sinfín de  canciones líricas con sus notas musicales y preciosas ilustraciones.

En relación con Toro, los cronistas de la historia también nos han hecho llegar como en 1293, Alfonso X confirmaba  los privilegios de que disfrutaba esta villa …”Et Yo rey don Alfonso, regnante en uno con la reina doña Violante mi muger et con mis fijas e la Infanta doña Berenguela et e la Infanta doña Beatriz en Castilla et en Toledo, en León, en Galicia, en Sevilla, en Córdova, en Murcia, en Jahen, en Baeza, en Badalloz et en el Algarbe, otorgo este privilegio et esta carta et confírmolos.” Carta fechada en Valladalid por mandato del rey, XXVIII días andados del mes de Julio en Era de mil et doscientos et noventa y tres annos.


         Sancho IV,  María de Molina y sus descendientes

La muerte de Alfonso X el Sabio, ocurrida en abril de 1284, le fue comunicada al infante Sancho en Ávila, donde se encontraba junto a su esposa María de Molina; también le comunicaron que en su testamento, el difunto rey le desheredaba en favor de su nieto Alfonso de la Cerda. Al día siguiente Sancho IV de Castilla y María de Molina, terminados los funerales en memoria del rey Alfonso X, cambiaron los ropajes de duelo por brillantes paños de oro reales y Sancho IV fue proclamado soberano de Castilla, haciendo reconocer como reina a María de Molina y a su hija, la infanta Isabel de Castilla, como heredera del trono. Posteriormente se dirigieron a la ciudad de Toledo donde a primeros de mayo tendría lugar la coronación en la Catedral de Toledo, como rey de todos los territorios sobre los que había reinado su padre.

Antes de hacerse con la corona, de la forma que hemos explicado, a Sancho, en su condición de infante de León, se le había asignado el Señorío de Toro y en 1283, coincidiendo con el nacimiento de su primera hija Isabel, le cedió ese titulo a su esposa María de Molina. En aquellas fechas el matrimonio residía en Toro.

Dos años antes, en 1281, Sancho se habían contraído matrimonio con su tía-segunda María de Molina, nieta de Alfonso IX de León, del que él era bisnieto. Esta boda no fue del agrado de su padre Alfonso X el Sabio que en esas fechas ya estaba enemistado con su hijo a cuenta de la sucesión. Además, ese matrimonio fue declarado nulo por el papa Celestino V al no haber pedido la necesaria dispensa pontificia, que era requerida por motivo de consanguinidad y además porque Sancho había contraído un matrimonio anterior con la catalana Guillerma de Montcada, aunque no había sido consumado. La nulidad suponía de facto que todos los hijos nacidos de ese matrimonio serían considerados ilegítimos. Además, el papa posteriormente los excomulgó.

La disputa con  motivo de la sucesión venía derivada del cambio que introdujo Alfonso X en Las Siete Partidas, donde establecía que la sucesión debía corresponder a los herederos del primogénito, en contra del criterio que había regido hasta entonces en el derecho consuetudinario castellano que establecía que los derechos de sucesión en caso de muerte del primogénito pasaría al segundogénito.

Sancho se hizo con la corona gracias al apoyo de la mayoría de los nobles del reino, aunque tuvo serios problemas durante años ya que una parte de la nobleza, su madre Violante y Alfonso III de Aragón apoyaron al infante Alfonso de la Cerda e incluso llegaron a proclamarle rey de Castilla en Jaca en 1288. Sancho tuvo que pelear más con sus detractores que con los musulmanes. Uno de los que más discordias provocó fue su propio hermano Juan “el de Tarifa”, al que llegó a encarcelar; otros tuvieron peor suerte ya que al Señor de Vizcaya lo hizo ejecutar y muchos otros partidarios de Alfonso de la Cerda también fueron ejecutados en Badajoz, Talavera, Ávila y Toledo. A partir de 1291 se suavizaron algo las tensiones ya que consiguió un pacto con el nuevo rey de Aragón Jaime II.

Mientras Sancho se peleaba con unos y otros, la reina María de Molina seguía dándole hijos, hasta siete entre 1283 y 1293.

Nada que destacar en cuanto a la Reconquista, excepto que consiguió retener la plaza de Tarifa, defendida por Guzmán el Bueno, que sacrificó a su hijo, ante el ataque de los benimerines que se habían aliado con su hermano y enemigo Juan, después de que lo perdonara y lo liberara de la cárcel. Debido a este triste episodio de Guzmán el Bueno propiciado por Juan de Castilla,  a éste, la historia le asignó  el apodo de “el de Tarifa”.

Por otra parte, hay que resaltar que, Sancho IV a pesar del enfrentamiento con su padre, una vez muerto éste, siguió impulsando alguno de sus proyectos culturales como por ejemplo la Estoria de España, que consta de dos partes (la primera desde el Génesis hasta Don Pelayo y la segunda que llega hasta Fernando III). Pues bien, fue durante el reinado de Sancho IV cuando se escribió la segunda parte y se divulgaron las dos versiones que se hicieron de esa obra: una en latín (la oficial o culta) y otra en castellano (la popular).

Su reinado fue corto, falleció en 1295 en Toledo y dejo el trono y los problemas a su hijo Fernando que contaba nueve años de edad. La que tuvo que lidiar con todo lo que vino después fue su esposa María de Molina, la Señora de Toro, verdadera protagonista de este periodo de la historia del reino de Castilla.


Fernando IV, con nueve años, sucedió a Sancho IV y sufrió el rechazó de una gran parte de la nobleza del reino debido al hecho de que el papa Celestino V hubiera declarado nulo el matrimonio de sus padres.

No fueron pocas las dificultades que tuvo que superar su madre para que Fernando IV fuera reconocido como sucesor en la corona de Castilla, pues a las luchas incesantes con la nobleza castellana, capitaneada por los infantes Juan de Castilla "el de Tarifa", que reclamaba el trono de su hermano Sancho IV y por el infante Enrique de Castilla "El Senador", hijo de Fernando III de Castilla y tío de Fernando IV, que reclamaba la tutoría del rey, se sumaba el pleito con los partidarios del infante De la Cerda, apoyado por Francia y Aragón y por su abuela la reina Violante de Aragón y Hungría, viuda de Alfonso X el Sabio.

En las Cortes de Valladolid de 1295 el infante Enrique de Castilla "El Senador" fue nombrado tutor del rey, pero la reina consiguió, mediante el apoyo de la ciudades con voto en Corte, que la custodia de su hijo le fuera confiada a ella.

En 1297 el infante Juan de Castilla “el de Tarifa” controlaba el territorio leones y se enviaron tropas de Castilla para combatirlo.

Cuando nació su hijo Alfonso, el 13 de agosto de 1311, el rey Fernando IV estaba enfermo y se encontraba en Toro. El nacimiento tuvo lugar en Salamanca y de nuevo surgieron tensiones a cuenta de la custodia del infante, pues su padre deseaba que fuera ejercida por su madre María de Molina y la reina Constanza de Portugal consiguió que la custodia le fuera encomendada al infante Pedro de Castilla y Molina, hermano de Fernando IV.

Pocos días después, surgió una conspiración que pretendía el destronamiento de Fernando IV de Castilla para colocar en el trono a su hermano Pedro, el tutor del recién nacido Alfonso. Detrás de este nuevo episodio estaba el de siempre, Juan “el de Tarifa”, pero María de Molina, la madre de ambos, se opuso tajantemente a esa propuesta.

Después del intento de destronamiento y de las conversaciones que tuvo el rey Fernando IV con sus detractores, se consiguió un compromiso entre todas las partes (la concordia de Palencia del 28 de octubre de 1311). Fernando IV quería relanzar la Reconquista y aceptó firmar ese pacto con el infante Juan "el de Tarifa" y el resto de los díscolos (nobleza y clero). Las cláusulas fueron ratificadas en las Cortes de Valladolid de 1312 y en ellas el rey se comprometió a... "respetar los usos, fueros y privilegios de los nobles, prelados y los hombres buenos de las villas, y a no intentar despojar a los nobles de las rentas y tierras que tenían pertenecientes a la Corona".

En 1309 conquistó la ciudad de Gibraltar y durante meses puso cerco a Algeciras aunque tuvo que desistir. El final de Fernando IV tuvo lugar en Jaén en septiembre de 1312 en la campaña que había emprendido contra el reino de Granada, en la que también participó su hermano Pedro de Castilla, que  conquistó Alcaudete el 5 de septiembre. Fernando IV había enfermado durante el cerco a esa ciudad  y se había trasladado a final de agosto a Jaén, donde fallecía el 7 de septiembre de 1312, después de conocer a través de su hermano Pedro la rendición de Alcaudete. Su muerte ocurrió en extrañas circunstancias (después de comer se acostó la siesta y cuando fueron a despertarlo estaba muerto), cuando solo contaba 26 años de edad y su hijo y sucesor Alfonso XI tenía poco más de doce meses.


Alfonso XI, el Justiciero, con solo un año de edad se convirtió en sucesor de su padre Fernando IV. Huérfano de padre y desde noviembre de 1313  también de madre, fue rey de Castilla entre 1312 y 1350, ejerciendo como tal a partir de 1325, fecha en que fue declarada su mayoría de edad. Desde la muerte de su padre hasta esa fecha tuvo varios regentes.

La primera regencia de 1313 a 1319 fue ejercida por su tío Pedro de Castilla y por su tío-abuelo Juan de Castilla “el de Tarifa”, el eterno problema de los descendientes de Sancho IV de quien era hermano. Desde la muerte de su madre Constanza de Portugal, su abuela María de Molina ejerció como tutora en una parte de los territorios y el infante Juan de Castilla en los otros territorios del reino.

A la muerte de sus tutores D. Pedro y D. Juan ocurrida en la campaña militar para la conquista de Granada (1319), comienza la segunda regencia ejercida por su abuela María de Molina hasta la muerte de ésta en 1321.

Tras  la muerte de María de Molina, la tercera regencia la compartieron Felipe de Castilla, el infante Don Juan Manuel, nieto de Fernando III y Juan el Tuerto, nieto de Alfonso X.

Alfonso, una vez declarado mayor de edad en 1325, asumió el trono, consiguiendo durante su reinado el fortalecimiento del poder real, una gran victoria en la batalla del Salado contra los benimerines (1540), la resolución de los problemas del estrecho de Gibraltar y la conquista del reino de Algeciras (1544). Falleció en 1350 durante el sitio de Gibraltar a causa de la peste negra, siendo el único monarca europeo que falleció debido a esa terrible plaga.

Durante esos veinticinco años de reinado no solo se ocupó de pelear con sus enemigos, internos y externos, sino que tuvo tiempo para el amor, tiempo que dedicó tanto a su esposa María de Portugal con la que tuvo un primer hijo que falleció antes de cumplir un año y a su sucesor Pedro I “el Cruel” (último rey castellano de la casa de Borgoña), como, sobre todo, a Leonor de Guzmán (tataranieta de Alfonso IX de León) con la que tuvo 10 hijos, entre ellos Enrique II, el fratricida y sucesor de Pedro I “el Cruel”, primer rey castellano de la casa Trastamara. De Leonor, su gran amor, dejó escrito en sus crónicas rimadas: “era dueña muy rica y muy fijada era en fermosura, la mas apuesta mujer que avia en el Reyno”.

Este monarca castellano tuvo mucho que ver con la ciudad de Toro. Allí estuvo en varios momentos de su niñez, ya que, al igual que su padre, tuvo como tutora a su abuela María de Molina, la Señora de Toro, que pasó muchos momentos de su agitada vida en esta ciudad.

También fue Toro el lugar donde ocurrieron algunos hechos que marcaron el reinado de Alfonso XI y que ocurrieron en el Alcázar de Toro, como comentaremos en un capítulo posterior dedicado a esta recinto histórico.

                 María de Molina y su relación con Toro

Esposa de Sancho IV, madre y regente de Fernando IV, abuela y regente de Alfonso XI, María de Molina tuvo en Toro su hogar, su lugar de realización personal y un sitio de encuentros y decisiones que tuvieron importantes consecuencias en el devenir de la historia. Además de reina y regente, fue Señora de Toro por la cesión de Sancho de ese título en 1283 y Señora de Molina por herencia al fallecer su hermana Blanca.

Sancho y María vivían en Toro y en 1283 su esposo Sancho le cedió el Señorío de Toro, que ostentaba como infante de León.

El matrimonio residía  Toro cuando, en 1283, tuvieron a su primera hija Isabel de Castilla y de Molina que casaría con Juan III de Bretaña, duque de Bretaña y bisnieto de Enrique III de Inglaterra. Igualmente nacieron en Toro alguno más de sus hijos como Beatriz, en 1293, que fue reina consorte de Portugal entre 1325 y 1357 por su casamiento con Alfonso IV de Portugal. Además de Fernando, nacido en Sevilla en 1285, tuvo otros tres hijos varones: Alfonso de Castilla y Molina (1286-1291), Pedro (1290-1319) y Felipe (1292-1327).

Toro también fue lugar de acontecimientos familiares luctuosos, ya que su hijo Enrique, falleció en Toro en 1299 y fue enterrado en el ya desaparecido Monasterio de Santo Domingo.

Entre los hechos políticos relevantes ocurridos en Toro durante la estancia de María de Molina, siendo regente de Fernando IV, cabe destacar la entrevista que mantuvo en 1298 con Dionisio I de Portugal en la que le solicitó que le ayudase en la lucha contra el infante Juan de Castilla "el de Tarifa", hijo de Alfonso X el Sabio, que se había hecho proclamar rey de León en 1296. Gracias a esa entrevista y a los acontecimientos posteriores, en las Cortes de Valladolid de 1300, María de Molina consiguió que el infante Juan de Castilla "el de Tarifa" renunciara a sus pretensiones al trono y prestara público juramento de fidelidad al joven rey Fernando IV de Castilla y a sus sucesores.

Toro le debe mucho a esta mujer, comprometida con la corona de Castilla y con su tierra. A pesar de las graves dificultades que tuvo que afrontar en su larga vida, tuvo la suficiente fuerza de voluntad para luchar por las causas que creía justas y por hacer honor a sus responsabilidades como lo demuestra el caso del Señorío de Toro que ejerció con gran generosidad y dedicación como explicaremos a continuación:

Ø  Monasterio de Santa Sofía: Fue ella quien para buscar acomodo a las monjas promostratenses, consiguió autorización para cederles un viejo palacio que pertenecía al que fuera su Canciller don Alfonso Pérez de Velasco, obispo de Coria ya fallecido. Ese palacio fue remodelado para convertirlo en un espacio monacal y la misma reina María de Molina residió en él en ocasiones. Sigue hoy en pie aunque son muy pocos los vestigios que quedan del palacio original y de las obras realizadas en el siglo XIV para su conversión en monasterio (aún se conserva la torre).

Ø  Monasterio de San Ildefonso o convento de Santo Domingo: Ella fue la fundadora de este monasterio de monjes, para lo que adquirió el terreno necesario comprando unas casas en 1284-5 y más terreno en 1290 y concediendo rentas a los religiosos entre ellas el derecho de portazgo, para facilitar la construcción y mantenimiento del monasterio. Allí vivió la reina María de Molina en varios momentos, allí tuvo a algunos de sus hijos y también allí enterró al infante Enrique. A día de hoy está destruido, aunque aún se conservan algunos restos.

Ø  Convento de Sancti Spíritus: La fundadora no fue ella sino la noble portuguesa Teresa Gil, que legó todos sus bienes para la construcción del convento donde quería ser enterrada. María de Molina fue la que se ocupó de llevar a cabo los deseos de Teresa Gil, eligiendo el emplazamiento, adquiriendo terrenos y ordenando su construcción, que comenzó el 28 de agosto de 1316 (día de San Agustín). María de Molina moriría a los pocos años y no pudo ver finalizada la construcción, hecho que ocurrió durante el reinado de su nieto Alfonso XI. El sepulcro de doña Teresa Gil fue trasladado allí en el año 1345. En este convento se encuentra la tumba de Beatriz de Portugal, esposa de Juan I de Castilla y reina destronada de Portugal.

Ø  Monasterio de Santa Clara: El monasterio original de Santa Clara había sido fundado por doña Berenguela, hija de Alfonso X, pero se derrumbó en tiempos de María de Molina, que acudió en auxilio de las monjas y financió la reconstrucción del monasterio (1316). Afortunadamente sigue aún en pie y en uso.

Ø  También concedió rentas o donaciones a los monjes des monasterio de San Francisco.

Para entender este esfuerzo hay que conocer un poco de la historia personal de esta mujer ejemplar, lo que haremos a continuación en un breve resumen:

ü  Se casa con el infante Sancho, hijo de Alfonso X, en junio de 1282 en la catedral de Toledo. Ese matrimonio no contaba con la dispensa pontificia, necesaria por consanguineidad en tercer grado y además porque Sancho había contraído un matrimonio anterior aunque no lo había consumado. El matrimonio fue conside-rado nulo desde el principio y los hijos nacidos de ese matrimonio fueron considerados ilegítimos. Además los contrayentes fueron excomulgados por el papa Nicolás IV.

ü  Ese matrimonio tampoco  fue del agrado del rey Alfonso X, enemistado con su hijo desde la muerte en 1275 del primogénito Fernando.

ü  A la muerte de Alfonso X, en su testamento, desheredaba a Sancho a favor de su nieto Alfonso de la Cerda (hijo del primogénito Fernando ya fallecido).

A pesar de ello Sancho se hizo proclamar rey de Castilla y exigió también el reconocimiento de reina para María de Molina y a su hija Isabel, nacida en Toro en 1283, como heredera del trono.

ü  En abril de 1295 falleció el rey Sancho IV el Bravo cuando el infante Fernando, nacido en Sevilla en 1285, solo contaba nueve años de edad.

ü  Ejerció la regencia de su hijo durante la minoría de edad, con enormes dificultadas debido al hecho de que su descendencia era considerada ilegítima al no considerarse válido su matrimonio con Sancho IV. El infante Juan de Castilla hermano de Sancho se hizo proclamar  rey de León en 1296 y no reconoció a Fernando IV como rey legítimo hasta las Cortes de Valladolid del año 1300.

ü  María de Molina siguió buscando ayudas a su causa, primero al rey de Portugal, con quien concertó un doble matrimonio (de su hijo Fernando con Constanza y de Alfonso de Portugal con su hija Beatriz) y después con los nobles y el resto de pretendientes al trono.

ü  Logró, previo envío de 10.000 marcos de plata, que en 1301 el papa Bonifacio VIII  legitimara su matrimonio con Sancho IV, lo que supuso la legitimidad inmediata de su descendencia y con ello el reconocimiento de  Fernando IV como rey de León. Esto ocurrió en las Cortes de Burgos de 1301.

ü  En 1311 tuvo que frenar el destronamiento de su hijo Fernando IV, por parte de su hermano Pedro de Castilla que se había conjurado con su tío Juan de Castilla “el de Tarifa” y otros nobles.

ü  En 1312 falleció el rey Fernando IV y un año más tarde su esposa Constanza y de nuevo María de Molina tuvo que hacerse cargo, como tutora, de su nieto Alfonso XI, no sin tensiones y luchas con sus oponentes de siempre, Juan de Castilla “el de Tarifa” y sus partidarios. Durante esa época residió de nuevo en Toro. A partir de 1319 y hasta su muerte, también actuó como regente de Alfonso XI.

ü  En junio de 1321 falleció en Valladolid cuando su nieto, el que llegaría a rey como Alfonso XI, contaba solo diez años de edad.

              El castillo de Toro: Si las piedras hablaran…

Si las piedras del alcázar de Toro nos pudieran relatar  los acontecimientos de que fueron testigo, nos hablarían de un hecho trágico ocurrido en octubre de 1326. Nos contarían con unas u otras palabras lo que recogen estos versos de la crónica rimada del reinado de Alfonso XI:
En Toro cumplió su fin
e derramó la su gente.
Aquesto dixo Merlin
el profeta de Oriente.
Dixo: el león de Espanna
de Sangre fará camino
matará el lobo de la montanna
dentro en la fuente del viño.
El león de Espanna
fué el buen rey ciertamente
el lobo de la montanna
fue don Johan el su pariente
e el rey cuando era ninno
mató a don Johan el Tuerto.
Toro es la fuente del vino
a donde don Johan fué muerto.

La historia nos dice que siendo ya rey, el 31 de octubre de 1326, Alfonso XI, que tenía 15 años de edad en aquellas fechas, atrajo a Juan de Haro “el Tuerto” a Toro halagándolo con la esperanza de casarle con su hermana Leonor y que “apenas traspasó los humbrales del alcázar”, donde estaba preparado el banquete para agasajarle, calló herido de muerte con dos caballeros más de su séquito. Enseguida el rey, en un trono de luto, pronunció contra don Juan sentencia de muerte; se había adelantado la ejecución a a sentencia… cosas de aquellos tiempos. Parece que el joven monarca, inducido por su “privado” D. Álvaro Núnez Osorio, decidió acabar con uno de los enemigos de la monarquía reinante ya que Juan de Haro o Juan Yáñez de Castilla “el Tuerto”, señor de Vizcaya y de Cuellar, que había sido uno de sus tutores en la tercera regencia, era hijo de Juan de Castilla “el de Tarifa”, el hijo de Alfonso X que causó tantos problemas a su abuelo Sancho IV y a su padre Fernando IV. Este acontecimiento y otros que vinieron después fueron el motivo de que en la historia Alfonso XI sea conocido como “el Justiciero”.

Los muros y puerta del alcázar, que había sido residencia de Alfonso XI antes de estos hechos, también fueron testigos de la partida del rey, después de la muerte de Juan “el Tuerto”, para tomar posesión de la mayor parte de los dominios del difunto (le dejó el señorío de Vizcaya a María Díaz II de Haro la hija que su extutor había tenido con su primera esposa Isabel de Portugal). Probablemente también conocieran esas piedras del alcázar toresano de las intenciones del joven rey de ordenar también la ejecución de su “privado” D. Álvaro Núñez Osorio y de la posterior confiscación de sus dominios. Otro poema de sus crónicas también nos relata aquel suceso:

Todo el mundo fablará
de cómo lo Dios cumplió
donde tiró a don Johan
este conde allí murió.
En Velver castillo fuerte
hi! lo mataron sin falla:
el como fue la su muerte
la estoria se lo calla.
Matáronlo sin guerra
e sin cavallería.
El rey cobró su tierra


Otro de los hechos que nos podrían relatar las piedras del alcázar de Toro, ocurrido durante el reinado de Alfonso XI, fue la retención-encierro en este recinto de la hija del Infante D. Juan Manuel, autor del Conde de Lucanor y otras muchas obras literarias.

El infante Don Juan Manuel de Castilla era hijo del infante Manuel de Castilla, hermano de Alfonso X “el Sabio”. Al fundar la casa de Villena, Don Juan Manuel se cambio los apellidos pasando a denominarse Juan Manuel de Villena y Borgoña-Saboya y era uno de los nobles con mayor hacienda en sus tiempos, ya que poseía un gran territorio entre Castilla y Aragón además de un buen número de ciudades como Peñafiel, Cuellar,  Escalona o Elche. Mantuvo constantes enfrentamiento con su rey y éste, en un momento determinado de su reinado trató de buscar la fidelidad de Don Juan Manuel pidiéndole la mano de su hija Constanza, a lo que su padre accedió. La niña se traslado a Toro y el rey primero la repudió y después la tuvo retenida prisionera en el alcázar de Toro. Después de varios años y de no facilitar que la joven pudiera casarse con el infante don Pedro de Portugal, con quien su padre había concertado matrimonio, finalmente Alfonso XI, gracias a la intervención de doña Juana Núñez, suegra de don Juan Manuel por su tercer matrimonio, se apiadó de la joven y autorizó la boda con el que posteriormente se convertiría en rey de Portugal, Pedro I. También restituyó los bienes a Don Juan Manuel y se alió con él para luchar contra el rey de Marruecos, consiguiendo la victoria en la batalla del Salado y la conquista de Algeciras. A partir de ese momento Don Juan Manuel dejo su actividad política y se dedicó por entero a la literatura.

La niña prisionera del castillo de Toro, fue reina de Portugal y murió joven (1323-45), pero fue madre y su hijo rey de Portugal con el nombre de Fernando I el Hermoso. La hija de éste y por tanto nieta de Constanza Manuel, Beatriz de Portugal, reina consorte castellana por su matrimonio con Juan I, fue proclamada reina de Portugal a la muerte de su padre (1383), aunque no pudo reinar debido a la derrota que sufrieron las tropas castellanas de Juan I en Aljubarrota (1385). Tras la muerte de Juan I, Beatriz de Portugal residió en Toro hasta su muerte (1390) y está enterrada en el Monasterio del Sancti Spíritus.

Si las piedras hablaran… también nos contarían que antes de todos estos acontecimientos que hemos relatado el alcázar rindió servicios a los monarcas de turno, desde que D.García en el siglo X ordenara su construcción. De aquella fortaleza original a la actual, acontecieron muchas batallas y varias reconstrucciones, como la realizada en 1298 por la reina María de Molina (la abuela de Alfonso XI), que ordenó la reforma del alcázar para ampliarlo y adaptarlo a las nuevas necesidades. Esto forma parte de la historia particular de las piedras del viejo alcázar y nosotros lo conocemos gracias a la crónica del reinado del hijo de María de Molina y padre de Alfonso XI, el rey Fernando IV: “… la reina fizo labrar el alcazar que estava mal parado e puso y alcilde con grand gente”.

Las piedras del alcázar de Toro, también nos podrían contar otros muchos acontecimientos que ocurrieron antes y después de los tiempos convulsos del rey Justiciero. Cabe destacar los siguientes:

Ø  Fernando III, el rey Santo, padre de Alfonso X el Sabio, utilizó este edificio como residencia en algunos momentos de su reinado. En esos momentos se estaba construyendo la colegiata de Santa María la Mayor.

Ø  Después de Alfonso XI, sus hijos, el legítimo Pedro I el Cruel y el bastardo Enrique II de Trastámara, también ocuparon la fortaleza y protagonizaron acontecimientos que nos podrían contar las piedras de este vetusto castillo. De Pedro I nos dirían que lo ocupó como residencia en algunos momentos de su vida y que en un momento de su reinado, estando enfrentado con su madre y parte de la nobleza, sitió el alcázar con sus tropas el 5 de enero de 1356  y obligó a sus enemigos a rendirse; le perdonó la vida a su joven hermano Juan, de 14 años, y a su madre, pero no así a otros moradores, ya que a parte de sus enemigos los mató a maza y cuchillo.
En cuanto a Enrique II, nos contarían que allí residió en algunos momentos de su reinado y que celebró Cortes en los  años 1369 y 1371 al igual que hicieron otros  monarcas que le precedieron o reinaron años después.

Ø  Enrique III y Juan II: Las piedras del alcázar toresano no solo vivieron momentos de luchas, intrigas y ataques externos, también vivieron momentos de ilusión y esperanza, como el nacimiento del padre de Enrique IV e Isabel “la Católica”, ya que Juan II nació en Toro en 1405 (Monasterio de San Ildefonso) y en esa ciudad se crió durante los primeros años de su vida, al igual que había ocurrido anteriormente con su padre Enrique III “el Doliente”; allí residía el pequeño Juan con su madre Catalina de Lancaster cuando le llegaron las noticias sobre el fallecimiento del rey Enrique III en Toledo, el 25 de diciembre de 1406, lo que supuso la designación como heredero del príncipe Juan cuando solo contaba un año de edad. Siendo rey, Juan II utilizó este edificio como residencia cuando se celebraron Cortes en Toro (año 1426).

Ø  Fernando “el Católico”: Unos cuantos años después (julio de 1475), las torres del alcázar pudieron ver los esfuerzos de Fernando “el Católico” y sus tropas hicieron por conquistar ese lugar y cómo ante las dificultades para lograr ese objetivo hubieron de renunciar a expulsar de allí a Juana “la Beltraneja” y Alfonso V de Portugal y cómo el 23 de julio regresaban a Tordesillas a esperar  una mejor ocasión.

Ø  Corte de Juana “la Beltraneja” y Alfonso V de Portugal: Esas mismas piedras nos podrían contar como fue la batalla de Toro-Peleagonzalo que tuvo lugar el 1 de marzo de 1476 a muy poca distancia de allí, a la otra orilla del río Duero, y como llegaron de regreso los partidarios de Juana “la Beltraneja”, heridos y derrotados y sin saber donde estaba su rey Alfonso V de Portugal que había ido a refugiarse con parte de su ejército a Castronuño. También sería muy interesante saber lo que allí ocurrió desde ese momento hasta que Alfonso V y Juana decidieron regresar a Portugal el  13 de junio de ese año, pero eso no nos lo han contado ni las piedras de la fortaleza toresana ni los cronistas de la época.

Ø  Isabel “la Católica”: Otro capítulo importante de los acontecimientos ocurridos en el alcázar de Toro fue la resistencia de los moradores, partidarios de Juana y Alfonso V, que soportaron los ataques de las tropas de Isabel “la Católica” que, en presencia de la reina y al mando de su cuñado Alfonso de Aragón, estuvieron sitiando y atacando la fortaleza con artillería entre el 28 de septiembre y el 19 de octubre, momento en el que, una vez muerto el alcaide en uno de los ataques, la señora del castillo María Sarmiento firmó las capitulaciones con Isabel “la Católica” ofreciendo también la rendición de las fortalezas de La Mota y Monzón que estaban en manos de partidarios de Juana y Alfonso de Portugal.

Ø  Muchas de las viejas piedras de entonces, sufrieron las consecuencias del asedio y el alcázar hubo de ser reconstruido al final del siglo XV para poder ser posteriormente ocupado en algún momento por los soberanos más conocidos de cuantos pasaron por allí: Los Reyes Católicos Isabel y Fernando.

Ø  A partir del siglo XVI los monarcas castellanos habían extendido tanto sus dominios por Europa y América que se olvidaron de esta residencia real, lo que causó su declive.

Ø  Hasta el siglo XX, las viejas piedras de la fortaleza toresana no guardan apenas noticias de interés que contarnos… corriendo el año de 1931 sí tienen un dato importante que relatarnos, ya que ese año el gobierno de turno tuvo a bien considerar al viejo alcázar “Monumento Histórico Artístico”.

                Pedro I: Amores, guerras y crueldades

Pedro I de Castilla, llamado el Cruel por sus detractores y el Justiciero por sus partidarios, había nacido en Burgos en 1334, cuando su padre ya había tenido cuatro hijos bastardos con Leonor Núñez de Guzmán.  Fue el último rey de Castilla y León de la casa de Borgoña y reinó desde el 26 de marzo de 1350 hasta su muerte en 1369, aunque entre 1366 y 1367 hubo de abandonar la península ya que su hermanastro Enrique II de Trastámara (el tercer hijo varón de Alfonso XI con Leonor) y sus partidarios habían conseguido el control de la mayor parte de los territorios.

Su vida y su reinado siempre estuvieron marcados por sus amores y sus venganzas. Las desavenencias con su madre María de Portugal y la nobleza y las guerras con sus hermanos bastardos y contra el reino de Aragón hicieron de su vida un continuo ir y venir de un lado para otro. Quizás fuera esta azarosa vida lo que le llevó a ir y venir también de una alcoba a otra ya que fueron muchas las mujeres con las que compartió su vida.

Empezaremos pos situarnos en el momento de la muerte de su padre, Alfonso XI, ocurrida en la primavera de 1350. En esos momentos de aquellos tiempos había varios grupos de influencia que se disputaban el poder:

Ø  La reina María de Portugal con su hijo Pedro y su favorito portugués Juan Alfonso de Alburquerque.
Ø  Los infantes de Aragón, Fernando y Juan hijos de Alfonso IV de Aragón y Leonor de Castilla, hermana de Alfonso XI.
Ø  Leonor Núñez de Guzmán y sus hijos bastardos con Alfonso XI.
Ø  Los herederos del infante Fernando de la Cerda La principal figura de este grupo era Juan Núñez III de Lara Señor de Lara y Señor consorte de Vizcaya al estar casado con María Díaz de Haro, hija de Juan “el Tuerto”, a quien Alfonso XI había ordenado dar muerte en Toro.

Como era lógico, Pedro, el único hijo legítimo, sustituyó a su padre, apoyado por su madre y el favorito de ésta, que además había sido ayo de Pedro. Ya en ese momento, su madre María de Portugal sospechaba de las intenciones de Leonor Núñez de Guzmán que quería que reinara alguno de sus hijos y no tardó mucho en ordenar que la asesinaran (1351).

La suerte de Pedro I no estaba muy clara al principio de su reinado, al que accedió antes de cumplir los 16 años, ya que a los pocos meses enfermó de gravedad y se pensó en su primo Fernando (hijo de su tía Leonor) para sustituirlo. Sin embargo, Pedro I se recuperó de su enfermedad y empezó a manejar los resortes del poder para ir, poco a poco, eliminando adversarios, lo que compatibilizaba con sus conquistas amorosas.

Cómo se ganó el sobrenombre de “el Cruel” lo marcan un sinfín de acontecimientos, de los que relatamos a continuación algunos de ellos, los que tienen más relevancia por afectar a personajes más conocidos:
·        A Juan Núnez III, Señor de Lara y Señor consorte de Vizcaya lo mataron en Burgos en noviembre de 1350 a su regreso de Sevilla, donde había asistido meses antes a la coronación de Pedro.
·        A las hijas de Juan Núñez, Juana e Isabel, primero las casó con su hermano bastardo Tello y con el infante de Aragón Juan y les arrebató sus dominios, los señoríos de Lara y Vizcaya, que pasaron a la corona y después asesinó a Juan de Aragón (1358) a Isabel de Lara (1361) y a Juana de Lara (1359).
·        La madre de los infantes de Aragón, Leonor de Castilla, fue asesinada en el castillo de Castrojeriz en 1359, cumpliendo sus órdenes.
·        También ordenó el asesinato de sus hermanos bastardos Fabrique, Maestre de la Orden de Santiago (1358), Juan con 19 años (1359) y Pedro con 14 años (1359) y del abuelo materno de éstos, Pedro Núñez de Guzmán (1360).
·        El favorito Juan Alfonso de Alburquerque se supone que fue envenenado en 1354, siguiendo sus órdenes, cuando lideraba la liga de notables que se oponía a él.
·        En 1356 en Toro mató a varios de sus enemigos y  a otros muchos nobles y personajes ilustres, por una u otra razón, ordenó asesinarlos en muchos momentos y lugares.

Los amores y desamores de su vida, que condicionaron de alguna manera el desarrollo de su reinado, fueron numerosos y su descendencia variada, como recogemos a continuación:
ü  La primera de la lista fue María de Padilla, que fue el gran amor de su vida y como amante le dio cuatro hijos entre 1353 y 1359.
ü  Blanca de Borbón, hermana de la reina consorte de Francia, con quien se casó el 3 de junio de 1353 en Valladolid y con la que paso dos días, ordenando después que la encerraran en Sigüenza y más tarde en Toledo. Finalmente ordenó que la trasladaran y  asesinaran en Medina Sidonia en 1361 cuando tenía 22 años.
ü  Juana de Castro, con quien se casó en 1354 después de que los obispos de Ávila y Salamanca anularan su matrimonio con Blanca. De este matrimonio, que le costó la excomunión del papa de Aviñón Inocencio VI, nacieron dos hijos: Juan y Alfonso.
ü  Aldonza (Fernández) Coronel con la que estuvo en 1357. Teresa de Ayala con quien tuvo una hija.
ü  María de Hinestrosa, prima de María Padilla, con quien estuvo en 1359, que también le dio un hijo.
ü  Isabel de Sandoval con quien tuvo dos hijos, Sancho que murió preso en el castillo de Toro y Diego.

A pesar de todas esas relaciones, el único matrimonio reconocido fue el que celebró con Blanca de Borbón en junio de 1353. Antes de este compromiso, habían acordado que Pedro se casara con Juana de Inglaterra, hija de Enrique III, pero cuando ya se iba a formalizar la unión, la joven inglesa falleció en 1348 debido a la peste negra. La boda con Blanca se celebró el  3 de junio y después del enlace, Pedro pasó dos días con Blanca y ordenó que la encerraran en Sigüenza. No se conocen bien los motivos que llevaron a Pedro a actuar de esa manera, pero hay dos hipótesis: el incumplimiento de los pagos acordados como dote y la supuesta confesión de Blanca de que se había enamorado de su hermanastro Fabrique durante el viaje desde Francia.

El rechazo de Pedro I a su esposa Blanca fue un motivo más para crear tensiones entre los diferentes grupos de poder del momento. Ese rechazo provocó la ruptura con Francia, la caída en desgracia del favorito Juan Alfonso de Alburquerque y una rebelión de las ciudades que comenzó por Toledo, donde fue llevada la reina Blanca desde Sigüenza. Corría el año 1354 y a Pedro I se le acumulaban las tareas, ya que, además de ocuparse de su nuevo amor Juana de Castro, con quien se caso esa primavera, seguía manteniendo relaciones con María Padilla; a la vez iba reemplazando a  las diferentes autoridades del reino, sustituyendo a las nombradas por su anterior favorito J.A.Alburquerque.

Todos esos acontecimientos, junto con la excomunión dictada por Inocencio VI, por su nueva boda, llevaron a sus detractores a formar una gran alianza contra él, para exigirle que aceptara a Blanca como esposa y conviviera con ella. Esa liga, cuyo principal representante era Juan Alfonso de Alburquerque, estaba formada entre otros por: la reina-madre María de Portugal, Alburquerque, los hermanos bastardos de Pedro, sus primos los infantes de Aragón y su madre Leonor y muchos nobles más. Todos le exigían, incluso con las armas, que  hiciera vida conyugal con doña Blanca.

A pesar de la muerte de Alburquerque a finales de 1354, supuestamente envenenado por orden del rey, los demás no cejaron en su empeño de que aceptara a su esposa Blanca de Borbón. Pedro I se reunió con los nobles de la liga en Tejadillo, según podemos saber a través de  los cronistas… “cincuenta de los del rey se reunieron avistándose con otros cincuenta del banco contrario en el lugarejo ahora despoblado de Tejadillo…“, cerca de Toro, que se había convertido en el cuartel general de los confabulados, ya que allí residía la reina María de Portugal, que ejercía el papel de impulsora principal a favor de la causa de Blanca.

Nos cuentan las crónicas de la época que Pedro I, que tenía veinte años en ese momento, juzgó prudente trasladarse a dicha plaza de Toro…”de la entrevista, en vez de avenencia, resultó el aumento de los rebeldes y la deserción de los que con el rey estaban; temió don Pedro al ver, desde los muros, desfilar la sublevada hueste y voló a Ureña a reunirse con su dama (María de Padilla); su espanto creció de punto al saber que su madre había llamado y acogido en Toro a sus enemigos, lo que le resolvió a regresar y rendirse a ellos, consintiendo en la separación de os más leales servidores de su casa, admitiendo en su lugar a los que quisieron imponerle” . En Toro residió en la posada del Obispo, frente al convento de Santo Domingo que era la residencia de su madre la reina María de Portugal. Aunque se lo trató con respeto, dado que  no le permitían hablar libremente con las personas que lo visitaban, se consideró preso. Sus hermanastros Fabrique y Tello controlaban sus movimientos por orden de la reina. Cedió en apariencia a cuantas demandas le hicieron; ganó en secreto a los infantes de Aragón con magníficas promesas y cesiones de tierra; practicó lo mismo con otros caballeros; atrajo a su hermanastro Tello ofreciéndole el señorío de Vizcaya, y así, en diciembre de 1354, pudo huir a Segovia, como nos relatan las crónicas de su reinado…“por las inmediaciones de la ermita del Cristo de la Vega distraíase don Pedro de Castilla en el ejercicio de la caza vigiado por su hermano don Fabrique en aquella mañana de niebla en que a favor de ésta huyó a Segovia”.

Desde Segovia se dirigió a Burgos, donde reunió Cortes que le concedieron subsidios para someter a los rebeldes y se dirigió contra Toro. No obstante suspendió sus ataques para dirigirse a Toledo donde había surgido una sublevación a favor de Blanca. El 8 de mayo de 1355 las tropas del rey entraron en Toledo y después de varias ejecuciones prosiguió su camino hacía Toro para ajustar cuentas con los confabulados. Durante el verano de 1355 se apoderó de varias villas de la comarca de Toro: Castronuño, Pozoantiguo y Morales y en el mes de septiembre sitió la villa de Toro. Concertada con varios de los de adentro la entrega de la puerta de Santa Catalina, en la noche que precedió al día de Reyes de 1356, don Pedro atravesó el río con sus tropas y al amanecer del día de Reyes se presentó ante el alcázar, siendo el primero en rendirse su hermanastro Juan que contaba 14 años de edad, por cuyos respetos fue perdonado el que en brazos lo traía… “Y dixo Martín Abarca al rey: Señor sea la vuestra merced de me perdonar y llevaros he al infante don Juan vuestro hermano. Y el rey dixo: a mi hermano don Juan perdono yo, más a vos Martín Abarca no vos perdono, y aun sed cierto que si venides a mi que vos mandaré matar. Y el dicho Martín Abarca dixo: Señor haced de mi como fuere a vuestra merced. Y tomó a don Juan en los brazos y vínose para el rey, pero el rey no le mató; y esto plugo (extraño) a muchos caballeros que estaban con el rey, porque no lo mató”. A su madre la mandó salir; los caballeros que la acompañaban unos fueron derribados a golpe de maza y a otros un cuchillo les atravesó la garganta, cebándose don Pedro en no escaso número de víctimas, para que a donde abundó la humillación superase la venganza.

Después de estos episodios, su poder y su crueldad fueron en aumento y busco nuevos contrincantes. En 1357 comenzó una guerra con Aragón, apoderándose de los castillos de Bijuesca (comarca de Calatayud) y de Tarazona. Fue el primer episodio de una guerra que mantuvo durante años a pesar de los continuos esfuerzos del papa de Aviñón para que llegaran a una paz duradera que permitiera a los reinos cristianos seguir con la Reconquista. Hubo varios acuerdos, convertidos en papel mojado, varias treguas e innumerables provocaciones y batallas, tanto en tierra como en el mar. Pedro I, ese mismo año de 1357, ante la necesidad de recursos para sufragar la guerra, se desplazó a Sevilla y profanó los sepulcros de Alfonso X el Sabio, su tatarabuelo,  y de la madre de éste, Beatriz de Suabia, despojándolos de las joyas de sus coronas.

No fue la de Aragón la única contienda, ya que los demás enemigos, cristianos y musulmanes, aprovecharon para intentar recuperar territorios y/o poder a través de la fuerza.

A partir de 1362, Pedro I cambio de táctica y trato de buscarse aliados para poder hacer frente a su hermanastro Enrique que cada vez contaba con mayores apoyos, incluido el de la mayor parte de la población. En junio de 1362 se entrevistó con Carlos II de Navarra y posteriormente acordó una alianza con Eduardo III de Inglaterra y su hijo el Príncipe Negro. Gracias a esta alianza invadió de nuevo el territorio aragonés, aliado de su hermanastro Enrique, haciéndose con el control de varias plazas de Aragón en 1362 y de muchas más en 1363. Pedro IV de Aragón también buscó alianzas y se hizo con el apoyo de Carlos V de Francia y con el de Enrique de Trastámara, a quien prometió ayuda para hacerse con el poder en Castilla.

Durante esos años su hermanastro Enrique ocupó su tiempo reclutando  en Francia un ejercito de mercenarios “Las compañías blancas” y en marzo de 1366 penetró con su ejército en Castilla y fue declarado ”rey de Castilla y León” en Calahorra. Pedro emprendió la huida, yendo a Sevilla, para desde allí huir a Portugal, pasando después a Galicia y trasladándose posteriormente en barco hasta Bayona. Enrique se hizo con el poder en todos los territorios en menos de un mes y reinó entre 1366 y 1367, hasta que  el 3 de abril de 1367 perdió otra batalla en Nájera frente a Pedro I que en esta ocasión contaba con el apoyo del Príncipe Negro.

En la batalla de Nájera librada en abril de 1367 la presencia de unos 3000 hombres ingleses a las órdenes del duque de Lancaster y John Chandos, más los que acompañaban al Príncipe Negro (unos  4000 hombres entre jinetes y arqueros), inclinaron la balanza del lado de Pedro I y permitieron a éste recuperar el trono. Más tarde, el Príncipe Negro abandonó la alianza con Pedro I porque éste no le pago lo acordado.

Tras la batalla, Enrique fue a refugiarse a Aragón, pero al conocer que el “Príncipe Negro” había regresado a Francia, volvió a Castilla y fue recuperando ciudades para su causa: Calahorra, Burgos y otras ciudades de Castilla la Vieja, la comarca de Toledo y Córdoba. Mientras tanto, Pedro I resistía en Andalucía con la ayuda del rey musulmán de Granada que le envío 7000 jinetes y mucha infantería. Con esa ayuda, a principios de 1369 decidió ir en auxilio de Toledo, pero en el camino, el 14 de marzo, halló a su hermano, a quien acompañaba su fiel escudero Duguesclín y se enfrentaron los ejércitos junto al castillo de Montiel. Pedro I y sus tropas, que incluían moros y judíos, fueron derrotadas y Pedro I se encerró en la fortaleza. Sitiado en ella por su hermano, entró en tratos con Duguesclín, a través de su fiel caballero Men Rodríguez de Sanabria, para lograr la fuga. El francés, hombre de confianza de Enrique,  lo condujo a una tienda en la que se hallaron frente a frente Pedro y Enrique. Corrió el uno contra el otro y abrazados cayeron al suelo, quedando encima Pedro; pero Duguesclín, pronunciando las célebres palabras "ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor", cogió del pie a Pedro y lo puso debajo, lo que aprovechó Enrique para acabar con su vida. A partir de ese momento comenzó un nuevo periodo del reinado de Enrique II, el primer rey de Castilla y León de la casa Trastámara.






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