martes, 8 de enero de 2013

El inicio de los tiempos y los primeros pobladores



Toro es una de esas ciudades históricas cuya configuración arquitectónica y urbanística se debe a los legados que fueron  dejando los muy diferentes moradores y culturas que ocuparon estas tierras a través de los siglos.

La denominación de esta ciudad castellana, asentada a orillas del río Duero y cargada de historia, deriva de “otero”, que significa sitio elevado, cerro o realce del terreno. La ciudad se encuentra a unos 740 metros sobre el nivel del mar y  100 metros por encima del curso del río Duero que proporciona una frondosa, extensa y rica vega, un vergel en palabras de Lope de Vega, que constituye una parte importante de su término municipal.

En la Edad del Hierro, que es la época en la que ya se tienen vestigios gracias a las escavaciones arqueológicas, los pueblos íberos eran diversos y cada uno de ellos tenía su zona de dominio entre los diferentes accidentes geográficos de la Península Ibérica. La zona noroeste estaba ocupada por los galaicos y los cántabros ocupaban las costas atlánticas y cantábricas; hacia el sur se ubicaban los astures (Sanabria), los vacceos (junto al río Duero) y  los vetones más al sur.



Los vestigios arqueológicos encontrados en la comarca de Toro correspon-dientes a la segunda Edad del Hierro, junto con el verraco o toro celtibérico, que más tarde definiría su blasón, aseguran la existencia de un castro; posiblemente se corresponda con  la antigua ciudad vaccea de Arbocala, situada en la calzada que, partiendo de Zamora, donde unía con la vía de la plata (Astorga a Mérida), se dirigía a Palencia y desde allí iba hacia el este y pasaba por Clunia y Zaragoza (Cesar-Augusta) para llegar finalmente hasta el mar en Tarragona (Tarraco).

 Los pueblos íberos eran sociedades tribales que solían asentar sus núcleos de población en lugares altos y cultivaban cereales.

Otro de los pueblos de la Edad del Hierro que se asentaron en la península fueron los celtas, una de las grandes culturas de ese periodo. Los celtas eran valientes guerreros y conquistadores, expertos forjadores y mineros y también tenían sacerdotes, los legendarios druitas. Entre los siglos V y I a.c. los celtas jugarían un papel destacado en la historia de Europa y en la Península Ibérica.

Junto con los pueblos íberos, que ya ocupaban la península antes de la llegada de los celtas, fueron los pobladores durante varios siglos. En ese periodo de la historia también se fundaron en la península  algunas colonias  griegas en la costas del mediterráneo: en Girona  (Ampurias-Emporión) y en la zona de Javea.

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