Toro es una de
esas ciudades históricas cuya configuración arquitectónica y urbanística se
debe a los legados que fueron dejando los muy diferentes moradores y
culturas que ocuparon estas tierras a través de los siglos.
La
denominación de esta ciudad castellana, asentada a orillas del río Duero y
cargada de historia, deriva de “otero”, que significa sitio elevado, cerro o
realce del terreno. La ciudad se encuentra a unos 740 metros sobre el nivel del
mar y 100 metros por encima del curso
del río Duero que proporciona una frondosa, extensa y rica vega, un vergel en
palabras de Lope de Vega, que constituye una parte importante de su término
municipal.
En la Edad del Hierro, que es la época en la que ya se tienen vestigios gracias a las escavaciones arqueológicas, los pueblos íberos eran diversos y cada uno de ellos tenía su zona de dominio entre los diferentes accidentes geográficos de la Península Ibérica. La zona noroeste estaba ocupada por los galaicos y los cántabros ocupaban las costas atlánticas y cantábricas; hacia el sur se ubicaban los astures (Sanabria), los vacceos (junto al río Duero) y los vetones más al sur.
Los
vestigios arqueológicos encontrados en la comarca de Toro correspon-dientes a la
segunda Edad del Hierro, junto con el verraco o toro celtibérico, que más tarde
definiría su blasón, aseguran la existencia de un castro; posiblemente se
corresponda con la antigua ciudad vaccea de Arbocala, situada en la
calzada que, partiendo de Zamora, donde unía con la vía de la plata (Astorga a
Mérida), se dirigía a Palencia y desde allí iba hacia el este y pasaba por
Clunia y Zaragoza (Cesar-Augusta) para llegar finalmente hasta el mar en Tarragona (Tarraco).
Los pueblos íberos eran sociedades tribales
que solían asentar sus núcleos de población en lugares altos y cultivaban
cereales.
Otro
de los pueblos de la Edad del Hierro que se asentaron en la península fueron
los celtas, una de las grandes culturas de ese periodo. Los celtas eran valientes
guerreros y conquistadores, expertos forjadores y mineros y también tenían
sacerdotes, los legendarios druitas. Entre los siglos V y I a.c. los celtas
jugarían un papel destacado en la historia de Europa y en la Península Ibérica.
Junto
con los pueblos íberos, que ya ocupaban la península antes de la llegada de los
celtas, fueron los pobladores durante varios siglos. En ese periodo de la
historia también se fundaron en la península
algunas colonias griegas en la costas
del mediterráneo: en Girona (Ampurias-Emporión) y en la zona de Javea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario